domingo, 14 de junio de 2015

9 AHORA




 “...lo esencial es invisible a los ojos…”

ODÍN PERMANECIÓ 9 DIAS COLGADO
La segunda iniciación de Odín transcurre en la fuente de Jwerguelmir. En este lugar existen tantas víboras rezumando veneno, que “ninguna lengua puede contarlas”. Este es el sitio elegido por nuestro héroe para clavarse nueve días y nueve noches en el Hyggdrasil, desangrarse y dejar su condición de hé- roe humano para adquirir la categoría de dios de las runas, la palabra, la poesía y la elocuencia. Así es como la sangre de Odín cae hacia la tierra, atraviesa el veneno y llega hasta teñir las runas, que se hallaban enterradas debajo de las raíces de Hyggdrasil y perdidas para la humanidad. En ese momento iniciático Odín deja su encarnadura, y la humanidad rescata una sabiduría que se vuelve accesible gracias a su decisión

Podemos relacionar esta segunda iniciación de Odín con las sucesivas muertes y renacimientos, que cada uno de nosotros experimentó a lo largo de su vida. A veces, dejar caer antiguos ropajes inútiles para abrirse a una autenticidad que desea aflorar es un acontecimiento corriente. La vivencia de morir y renacer a partir de nuestra llegada al mundo físico se reitera y nos da la experiencia sacrificial de una entrega que implica dolor y aporta conciencia Esta es la segunda fuente que nutre el saber rúnico

La tercera y última iniciación de Odín sucede en un sitio muy diferente a los dos anteriores. Se trata de una raíz que se eleva al cielo y llega a la fuente de Urd, donde habitan las nornas, seres elementales que tienen el dominio del tiempo y del destino de los hombres


Esta fuente de agua sagrada blanquea e ilumina todo a su alrededor. Odín toma posesión del lugar y se apodera del destino y del tiempo de los seres humanos. Funda aquí la morada y el tribunal de los dioses, sitio al que se llega atravesando el puente del arco iris. Habiendo logrado la mirada interna desde un lugar de unidad, y habiendo experimentado el dolor de crecer en conciencia, parece que estamos en condiciones de acompañar nuestro destino, habilitando para ello la morada de los dioses, o sea, nuestro corazón 





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