“...lo esencial es invisible a los ojos…”
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ODÍN PERMANECIÓ 9 DIAS COLGADO |
La segunda iniciación de Odín transcurre en la fuente de Jwerguelmir. En este lugar existen tantas víboras rezumando
veneno, que “ninguna lengua puede contarlas”. Este es el sitio
elegido por nuestro héroe para clavarse nueve días y nueve noches
en el Hyggdrasil, desangrarse y dejar su condición de hé-
roe humano para adquirir la categoría de dios de las runas, la
palabra, la poesía y la elocuencia. Así es como la sangre de
Odín cae hacia la tierra, atraviesa el veneno y llega hasta teñir
las runas, que se hallaban enterradas debajo de las raíces de Hyggdrasil y perdidas para la humanidad. En ese momento iniciático
Odín deja su encarnadura, y la humanidad rescata una
sabiduría que se vuelve accesible gracias a su decisión
Podemos relacionar esta segunda iniciación de Odín con
las sucesivas muertes y renacimientos, que cada uno de nosotros experimentó a lo largo de su vida. A veces, dejar caer antiguos
ropajes inútiles para abrirse a una autenticidad que desea
aflorar es un acontecimiento corriente. La vivencia de morir
y renacer a partir de nuestra llegada al mundo físico se reitera
y nos da la experiencia sacrificial de una entrega que implica
dolor y aporta conciencia Esta es la segunda fuente que
nutre el saber rúnico
La tercera y última iniciación de Odín sucede en un sitio
muy diferente a los dos anteriores. Se trata de una raíz que se
eleva al cielo y llega a la fuente de Urd, donde habitan las nornas,
seres elementales que tienen el dominio del tiempo y del
destino de los hombres
Esta fuente de agua sagrada blanquea
e ilumina todo a su alrededor. Odín toma posesión del lugar y
se apodera del destino y del tiempo de los seres humanos.
Funda aquí la morada y el tribunal de los dioses, sitio al que
se llega atravesando el puente del arco iris.
Habiendo logrado la mirada interna desde un lugar de unidad,
y habiendo experimentado el dolor de crecer en conciencia,
parece que estamos en condiciones de acompañar nuestro
destino, habilitando para ello la morada de los dioses, o sea,
nuestro corazón
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